hábito

El hábito hace al monje, ¿o no?

Siete de la mañana, suena el despertador, comienza el día y el dilema. Me asomo por la ventana: cielo gris. Mi móvil pronostica que en menos de una hora lloverá y prácticamente lo hará todo el día. ¡Bienvenida primavera!

Mientras tomo café, empiezo a organizar mi agenda pienso en las visitas previstas, la reunión de equipo de las ocho y media y me pregunto: ¿hoy toca tacones o no?. Vuelvo a repasar cada uno de los clientes con lo que he quedado y me pregunto de nuevo: ¿cuál es la indumentaria más adecuada? El día invita a lo que invita, pero…

Los médicos, policías, camareros, bomberos y hasta el personal de supermercado llevan un traje que los distingue, los vincula a una marca o a una profesión.  Desde siempre hemos usado indumentaria ya sea para protegernos del frío o como símbolo.

¿Es posible que el desempeño de la profesión se vea afectado si no se lleva puesta una bata, un uniforme de una determinada fuerza del Estado, una sotana o el logotipo de la marca a la que representan en su camisa?

Es cierto que el hábito no hace al monje pero, ¿lo distingue?

El hábito religioso se considera un signo de consagración, y facilita el reconocimiento.

El registro más temprano de los uniformes tiene que ver con la guerra. Hace más de 4.000 años una especie de falda realizada con mechones de piel animal era el traje de los guerreros de Mesopotamia. En el imperio romano la toga era la principal indumentaria. Había distintos tipos de togas y la función de algunas de ellas era uniformar y diferenciar jerarquías y clases sociales.

La tradición es muy importante en las sociedades, porque aporta estabilidad y continuidad. Las personas somos seres rutinarios.

Sigo reflexionando, el café de hoy está siendo intenso.

¿Por qué los médicos visten de blanco? ¿Nos fiamos de los médicos sin uniforme?

Hasta mediados del siglo XIX, la medicina no estaba considerada como una ciencia, y el médico podía curarte o no. Solían vestir de negro e inspiraban desconfianza. A finales del siglo XIX un médico llamado Ignaz Semmelweis se dio cuenta que los niños que nacían en las salas de parto de las matronas y las madres atendidas allí tenían una tasa de supervivencia más elevada. Eran las condiciones higiénicas la causa principal e iban vestidas de blanco, a partir de ahí el blanco se comenzó a asociar con la salud, la vida y la protección.

¡Se acabó el tiempo hay que salir de casa si quiero llegar a trabajar! Vuelvo al armario y recuerdo una frase que al menos habrás escuchado una docena de veces: “nos formamos una impresión de las personas en menos de veinte segundos, y son los primeros”.

Decidido, ¡hoy toca tacones!

Inma Higuero

#EmbajadoraEDVE